jueves, 24 de enero de 2013

REGLAS DE CONVIVENCIA PARA UNA MALA RELACIÓN SENTIMENTAL

  1. Sé celoso (a).
  2. No te muestres tal y como eres. Finge que eres sensible y romántico (a)
  3. Prohíbele a tu pareja que le hable a una u otra persona.
  4. Sé absorbente.
  5. Sé celoso (a).
  6. Sé posesivo.
  7. Trátala(o) como una carga más a tu agitada vida.
  8. Manipúlala (o).
  9. Fomenta en ella (él) mucha desconfianza.
  10. Ocúltale cosas.
  11. Sé celoso (a)
  12. Ten prejuicios sobre el sexo.
  13. Avergüenzate de él (ella) frente a tu familia y amigos.
  14. No te acuerdes de las fechas importantes.
  15. No seas empático.
  16. Pídele explicaciones de cada comentario de sus amigos del facebook.
  17. No la (lo) respetes.
  18. Ah, y sé celoso (a).
  19. (Bonustrack: Exagera los problemas, haz dramas.) por G.O.
¡Sigue esas reglas y te garantizo una vida en pareja caotica y serás visto como patologica (o)!

Un pequeño cuento sobre el universo


Se salió del mar un planetoide que al hacer contacto con la tierra explotó y brotaron millones de libélulas espaciales que empezaron a aletear y a destruir las costas del poblado que regurgitaba un verano pegajoso; se llevaban las cabezas de los edificios que caminaban y dibujaban sombras donde los humanos se refugiaban para no morir sofocados.

Llegaron volando y la gran madre tomó al planeta entero y lo llevó hasta otro lugar, donde el tiempo y el espacio aún no eran creados, y donde una estrella, billones de años más joven que nuestro sol, ardía con una fascinación infernal.

Fue donde se descolgó de la gravedad del pentagrama galáctico, una redonda rechoncha para empezar la sinfonía de ese nuevo universo que empezaba a formarse dentro de uno más grande. Entre el humo cósmico salían criaturas que volaban y se alimentaban de la vida de asteroides, criaturas que volaban millones de años luz por minuto y cuyos tentáculos podían rodear a Júpiter en innumerables infinitas vueltas.

La raza humana totalmente extinta, o dejada en algún agujero donde la materia se contaba por nanómetros. Empezaron los Dioses entonces a levantarse desde sus tronos en galaxia recónditas para empezar la batalla más ferozmente sangrienta que alguna vez desde el Bing Bang pudo el espacio ser testigo. Donde las armas eran los propios anillos de Saturno y demás similares, donde el fuego quemaba a la cadencia de incontables semifusas, atacados por la voraz velocidad de la luz en la que se movían las ventosas de vuestras monstruosas deidades.

Entonces los tambores de los querubines redoblaban una marcha fúnebre para la lluvia de sangre para el fin de los tiempos, sangre que regaría las nuevas estrellas jóvenes que se empezaron a formar a partir de esto y que daría como producto, a una tierra verde y azul, así como al principio y sumado a tal, miles de millones de planetas similares, donde la vida respiraba paz, después de una guerra entre los mismos dioses que crearon y destruyeron el universo.